Elysium: La fortaleza espacial de los ricos

Pasé a la sala de cine sin demasiadas pretensiones, intentando que los prejuicios no nublasen la crítica que pensaba escribir al respecto de la última película del director de District 9, Neil Blomkamp. Matt Damon nunca me ha parecido un gran intérprete: salvo puntuales apariciones (El Talento de Mr, Ripley, El Soplón!, Infiltrados) me parece que no encaja en los papeles que le atribuyen. Esa cara de buen chico no pega con tramas de la CIA, artes marciales y muerte a sangre fría.

 

La cinta se desarrolla en el año 2154. Para entonces la Tierra se ha convertido en un lugar inhóspito, contaminado y superpoblado. Por su parte, las personas más ricas han construido una base en el espacio en la cual se vive a todo lujo, disfrutando de adelantos médicos que curan todo tipo de enfermedades. Max (Matt Damon) es un obrero en una cadena de montaje que trata de ganarse la vida honradamente en Los Ángeles. Sufre un accidente en la fábrica y se ve obligado a conseguir un billete para uno de los poco exitosos viajes clandestinos que llegan hasta Elysium. Desde la plataforma espacial, la ambiciosa ministra Delacourt (Jodie Foster) traza un plan para hacerse con el control político mientras evita la inmigración ilegal a base de violencia. Los destinos de ambos personajes se cruzarán, en pos de una información que cambiará el curso de la historia.

Vista de la lujosa estación espacial «Elysium»

La historia, pese a no ser el colmo de la originalidad, pintaba bien. Ciencia ficción y Neil Blomkamp. Recordé que Distric 9 me dejó buenas sensaciones, a pesar de la fealdad de sus alienígenas con cara de gamba. Me gustaron sus gigantescas naves espaciales y esa atmósfera llena de polvo amarillo, pobreza, injusticia social…. que también puede encontrarse en Elysium. La misma exactamente. ¿Qué pretenderá el director, convertirla en un sello personal? ¿Si hace una comedia también se desarrollará en un mundo oprimido por la policía y que te dicen que es Los Ángeles mientras te muestran favelas de Río de Janeiro? No fastidies, hombre…

Ya no estamos en Los Angeles, totó

En una película que aspire a ser taquillazo de verano no pueden faltar los actores de primera fila, los efectos especiales espectaculares y la acción trepidante. En el caso de Elysium, se sacrifica bastante contenido en favor de esto último. Al hacerlo se afecta a la lógica de la trama. Por ejemplo, si se hubiera tomado algo de tiempo en explicar mejor el sistema político de la base espacial podríamos entender mejor por qué a nadie se le ocurre antes el plan de Delacourt. O por qué el futuro es un lugar tan cándido en el aspecto de dejarle toda la organización social a un ordenador.

El traje de combate tiene tela

Últimamente, cuando se anuncia una película de ciencia ficción, el público de este género se muestra escéptico. Y tiene razón, la mayoría de las veces se muestra una cinta de acción con tintes de Sci-fi,, un producto camuflado, diluído a base de pistolas, explosiones y patadas voladoras en la boca del estómago. No digo que esté mal, digo que Isaac Asimov aún se revuelve en su tumba por lo que le hicieron a su “Yo Robot”.

La escena de la cirugía tiene su punto, así como el traje mecánico que luce el protagonista. Curioso el homenaje, quizá accidental, que se rinde a Johnny Mnemonic mediante el personaje de Kruger, recreando al mercenario estereotípico de las novelas de William Gibson.

Pese a lo predecible, el director se apaña para hacernos dudar en algunos momentos.

Además, el filme cuenta con la actuación de la bellísima Alice Braga (Frey) dando lugar al habitual “chico conoce chica” desde el que se lanza un hilo necesario aunque cansino.

Frey y Kruger, un tipo simpático

 La rápida resolución del filme (1h45´) me deja pensando que hubiera preferido algo más largo y  mejor expuesto. Salir del cine deseando que te hubiera gustado más y una dosis triple de pizza para olvidarla cuanto antes.